viernes, 16 de febrero de 2007

EL ALEPH de Jorge Luis Borges

En “El Aleph”, Borges consigue labrar una obra maestra completa. Cada uno de los 17 cuentos que lo componen es una joya en sí mismo. Aunque los temas clásicos del argentino han sido ya tratados mil veces, sólo Borges podía narrar historias de una manera en la que la magia y la inteligencia forman un conjunto que produce asombro sin límite en el lector. Y no hay que olvidar que este libro se publicó en 1949: algo que uno olvida en cuanto se sumerge en su lectura.
Se abre el volumen con una historia titulada ‘El Inmortal’, donde Borges da cuenta de sus conocimientos sobre Historia y narra los largos años de existencia de un hombre aquejado del mal de la inmortalidad. Como el protagonista mismo dice, “ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte”; una pequeña pieza de una hermosura agria.
‘La casa de Asterión’, de apenas dos páginas, es un cuento del que nada puedo decir para no revelar su secreto, pero aseguro que es una historia fabulosa y mágica, con una perspectiva nada usual y muy enternecedora. En ‘La busca de Averroes’ se nos cuenta la intención del filósofo árabe de hallar algo que, sólo él entre los hombres, no es capaz de encontrar. Una bella leyenda, casi del estilo de “Las mil y una noches”, que entremezcla fantasía y erudición como sólo Borges podía hacerlo.
Una pieza clave dentro de “El Aleph” es el cuento llamado ‘El Zahir’. Por supuesto, nada que ver con Coelho (ya le gustaría a Coelho, por otro lado). En esta historia, una de esas obsesiones borgianas, el infinito, lo inabarcable, se concentra en la posesión de una moneda y el autor muestra cómo ese accidente insignificante puede conducir a la locura. En Borges, el tópico de que el conocimiento puede implicar destrucción personal es recurrente. Una de mis historias favoritas es ‘Los dos reyes y los dos laberintos’, un relato de unas treinta líneas que toma forma de fábula clásica, con moraleja incluida. Por supuesto, siempre con ese toque exótico e inteligente del argentino.
Y, por supuesto, la obra cumbre del universo borgiano y que da título al libro. En ‘El Aleph’ el autor concentra muchos de sus temas preferidos: los laberintos, la búsqueda del conocimiento, el azar, el peligro que encierra la curiosidad, el tiempo… ¿Cómo explicar un cuento en el que el protagonista descubre el universo entero en el hueco de una escalera? Es imposible, creo yo. Sin embargo, hay que decir que esa historia desborda al lector con su magia, con su imaginación. Es uno de esos temas que, después, muchos escritores han tratado de abordar desde otras perspectivas. Un relato que, simple como pocos, de una sencillez extrema, ahonda en unos abismos narrativos difíciles de imitar.
Quizá esto último sea lo que más define a Borges: hacer fácil lo complicado. Y eso, que pudiera no parecer una virtud, lo es, y mucho. En literatura (como en cine, por ejemplo) el conseguir que algo parezca sencillo es un arte que está al alcance de muy pocos. Borges escribía de una manera simple, lineal (algo que se le achaca como punto negativo siempre), pero no por ello menos sugerente. Puede que no experimentase con la lengua como otros hicieron después, a la manera de García Márquez, por ejemplo, pero en esa simplicidad introduce una imaginación desbordante. Y, además, nos regala con una inteligencia y una sabiduría como pocos escritores han vuelto a tener después de él.Como decía más arriba, puede que uno olvide a Borges, lo “supere”, como se suele decir. Pero en sus libros, en sus cuentos, se nos abren puertas que siempre hemos tenido ahí, esperando, pero siempre cerradas. A la espera, claro está, de que alguien accione el resorte adecuado. Y para ello, está Borges.

http://www.solodelibros.es/07/12/2005/el-aleph-jorge-luis-borges/

El último número de la revista Barcarola (nº 68-69, noviembre 2006) incluye un artículo de José Manuel Martínez Sánchez titulado “El inmortal”, de Jorge Luis Borges: La deconstrucción de la literatura.

jueves, 15 de febrero de 2007

EL RESPLANDOR de Stephen King


REDRUM. Esa era la palabra que Danny había visto. Y aunque no sabía leer, entendió que era un mensaje de horror el que se había reflejado en aquel espejo. Danny tenía cinco años, y a los cinco años pocos niños saben leer, pocos niños saben que los espejos invierten las imágenes y pocos niños, casi ninguno, saben diferenciar la realidad de sus fantasías. Aunque, claro, Danny tenía pruebas de que sus fantasías, aquellas fantasías relacionadas con "el resplandor", acababan cumpliéndose. REDRUM-MURDER. Y el palo ensangrentado. Pero su padre necesitaba aquel trabajo. Danny sabía que en la mente de su madre cada vez ocupaba más espacio la idea de divorcio y que su padre pensaba una y otra vez en algo malo, en algo malo y en suicidio. Sí, necesitaba un trabajo, aunque fuera aquél. ¿Aunque fuera aquél? También podía ser que esa fuera la excepción, que no se cumpliera lo que Danny había soñado despierto. Total, era cuidar de un hotel de lujo, de ciento diez habitaciones, que quedaba aislado por la nieve durante al menos seis meses. Así que hasta el deshielo iban a estar los tres solos, ¿solos?, en el inmenso edificio. Y apenas llegaron, lo reconoció. Ya lo había visto. Aquel era el edificio. Aquella era la habitación. Aquel era el espejo. REDRUM-MURDER.



Comentaremos el libro el 19 de febrero. Desde ese día podéis recoger "El Aleph" de Jorge Luis Borges



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