martes, 11 de junio de 2019

LA NEBLINA DEL AYER, de Leonardo Padura

"Ya desde el título de la novela, y relacionándolo con el presente de Cuba, intuimos que flotará en el escenario de la historia una niebla de miseria y destrucción. Pero Leonardo Padura no sólo ejerce la crítica, la denuncia de esa realidad, sino que también lanza un mensaje de esperanza (paradójicamente encarnado por el desilusionado Conde) al mostrarnos una semilla de cambio, una manera de resistir a ese entorno: la búsqueda de la justicia en la propia vida, en las relaciones humanas, la generosidad hacia los demás y la comprensión hacia los que sufren. Cree que cualquier cambio, para tener posibilidades de convertirse en una mejoría estable de la situación política, social y económica, debe empezar por ahí."

Noelia Gómez Jarque. La neblina del ayer y la miseria de Cuba. 
Espéculo. Reseñas, críticas y novedades.
https://webs.ucm.es/info/especulo/numero31/neblina.html

Comentamos el libro el 10 de junio de 2019

NUESTRO COMENTARIO

Mario Conde dejó la policía hace años y ahora se dedica, para sobrevivir, a la compraventa de libros usados y antiguos, negocio que comparte con su amigo Yoyi el Palomo, relación de contrastes por el carácter pragmático de este último y el quijotesco del propio Conde, hombre, a pesar de la crudeza de la realidad circundante, de ideales y ética consolidadas, con lo cual, ya tú sabes, se acaba muchas veces siendo un comemierda.
El antiguo teniente Conde profesa dos religiones, el amor a los libros y la amistad, compartiendo tertulias y gastronomía (si se puede) con Candito el Rojo, Carlos el Flaco y el Conejo, aparte de su amor por Tamara, el café y el buen ron (y por su perro Basura).
Un día descubre una biblioteca que puede suponer que su desatendido estómago y el de sus amigos dejen de protestar por tantas privaciones y sus gargantas se deleiten con tragos propios de otras latitudes, la de los hermanos Ferrero, Cándido y Amalia, hijos de la que fue secretaria de Alcides Montes de Oca, un empresario de negocios turbios de la época de Batista.
Pero lo que va a dar sentido al libro y a la historia va a ser el descubrimiento de Violeta del Río, una cantante de boleros y de corta carrera muerta hace más de cuarenta años y de la que el padre de Conde se había enamorado perdidamente.Conde conserva la inquietud y la curiosidad de su época de policía y comienza a indagar en algo que no le cuadra y supone que existen hechos que están relacionados,apareciendo personajes de los bajos fondos de La Habana como Juan el Africano, antiguo confidente, Rogelito el músico, Katy Barqué, madame de postín en tiempos pretéritos, el periodista Silvano Quintero, etc., todos relacionados con Violeta del Río.
Es inevitable recordar, al narrar el funcionamiento del sistema de esa parte de la historia de Cuba, al genial Coppola en la segunda parte de El Padrino, los casinos, la prostitución, los negocios sucios, la mafia, la revolución.
Encadenando una crisis tras otra, sorteando las carencias que te acaban convirtiendo en un buscavidas, calibrando la incertidumbre de lo que está por venir, viendo de cerca la miseria y lo más sórdido de la sociedad, Conde, al igual que muchos personajes, se maneja entre el escepticismo y el estoicismo, pero siempre con autenticidad.
Mario Conde es humano, alejado de los estereotipos de otros policías o expolicías o investigadores que han poblado tantas páginas leídas, tan humano que recibe palizas, llora porque se conmueve con lo que le sucede a los demás y hasta le dan ganas de abandonarse al onanismo incluso antes de desayunar.
La novela tiene algún altibajo, pero se recupera pronto, teniendo momentos de una prosa elaborada y un humor que se agradece entre tanta miseria, en una sociedad donde mantener la dignidad se paga, aunque no todos abonan el mismo peaje, pero con personajes de verdad, apegados a su isla, a su forma de relacionarse y aferrados a cualquier atisbo de esperanza.

Raimundo Perales

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