miércoles, 3 de febrero de 2021

PAISAJE DE OTOÑO, de Leonardo Padura


Comentamos PAISAJE DE OTOÑO, el libro de Leonardo Padura que cierra la serie "Las cuatro estaciones", el lunes 1 de febrero, en plena tercera ola de una pandemia que nos obliga a reunirnos por Zoom.
Lo mejor es que nuestros comentarios están aumentando en extensión y en agudeza.

NUESTROS COMENTARIOS:

Es una novela bien escrita, donde el autor demuestra un gran dominio de la lengua castellana. Encontramos largas descripciones de personajes donde prima los aspectos físicos y sociales, descuidando los psi
cológicos y emotivos (ejemplos: páginas 54, 102 y 107). Así mismo no encontramos descripciones de los escenarios, de la ciudad,  con un fuerte subjetivismo y llenas de emotividad, fundamentalmente de sus calles (ejemplos: páginas 67 y 116) o casas (ejemplo: página 141). 

Todo ello con un lenguaje lleno de cultismos, mostrando el interés de lucimiento del autor, dándole un tono elitista a la obra, con semejanzas notables con la novelística decimonónica. 

El autor, con facilidad, abandona el hilo argumental para adentrarse en una serie de elucubraciones que tienen nada más que ver con la filosofía, con las ideas, con las emociones y problemas del personaje que con la historia del caso. 

Tiene una gran importancia la ciudad y el ambiente donde se desarrolla. La Habana se convierte en un personaje fundamental, una ciudad que muestra sus entrañas en un ambiente angustioso, bajo la amenaza de un gran huracán.  Pero esa especie de retrato se centra en sus élites, apenas se muestra su faceta popular, lo que me recuerda los libros de Donna Leon. 

Oro aspecto que me ha llamado la atención es su claro toque machista y homófobo en general, y del personaje en particular (ejemplos: páginas 39, 42, 68, 96, 97, 110, 118...) 

En cuanto novela negra, su argumento es simple, meramente anecdótico,  con un ritmo sumamente lento, inconexo,  a ráfagas,  carente de cualquier intriga y con un desenlace decepcionante en una confesión gratuita, bastante antes del final de la novela. 

Por contra, como novela vivencial, como historia del protagonista, tiene mucho más fuste, nos cuenta una crisis existencial de Mario Conde, la necesidad de romper con una realidad, con una monotonía absolutamente  insatisfactoria, todo ello en medio de un mundo vacío, dominado por la ambición y el engaño. 

Por ciertos elementos podríamos pensar que es una novela negra dentro del realismo social, en la línea de autores como Vázquez Montalban, Juan Madrid, Toni Hill o Julián Ibáñez,  pero como he comentado su entorno no es el de las clases populares y la pequeña delincuencia, sino la de las élites y la delincuencia de guante blanco.

César

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Más q novela policíaca es una novela costumbrista aderezada con brotes tiernos de introspección psicológica y salsa de frustraciones sociales. El menú se repite una vez más en este autor.

La posible lógica del relato se rompe cuando se pone en boca del anciano Forcade la minuciosa historia del Buda de oro y de un tirón... En su estado cuasi moribundo las probabilidades de no morir asfixiado en el esfuerzo son inexistentes.

En fin, esta novela es como un enorme féretro cerrado con sólo cuatro clavos...

Javier

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La novela está centrada en el personaje creado por Padura, el policía Mario Conde, que da vida a una saga de cuatro títulos, conocidos como “Las cuatro estaciones”: “Pasado perfecto”-invierno, “Vientos de Cuaresma”. primavera, “Máscaras”- verano y “Paisaje de otoño”- otoño. Estaciones referidas al año 1989, en las que Conde se enfrenta a diversos casos, que, con su peculiar forma de ser, y basándose sobre todo en su intuición resuelve, arrastrando siempre un lastre de desencanto, frustración y nostalgia, que le llevan a renunciar a ser policía, en la novela Paisaje de otoño, cuando cumple 36 años.

Conde ha tomado la decisión de abandonar la policía, realmente nunca le ha gustado ser policía, y si no había adoptado antes esta decisión había sido por su fidelidad al mayor Rangel “el viejo”, pero ahora que había sido cesado era el momento de marcharse. Siempre ha querido ser escritor, escribir historias sobre la frustración y el engaño, el desencanto y la inutilidad, de “haber trastocado todos los caminos, con y sin culpa”. Pero antes de que le acepten su renuncia, el nuevo jefe de policía, le pide que investigue un crimen que acaba de suceder: un cubano con ciudadanía norteamericana, Miguel Forcade, que había vuelto a Cuba a ver a su padre enfermo, ha sido encontrado muerto con varios golpes en la cabeza, al parecer con un bate de béisbol, y castrado, en la playa del Chivo. El asunto tiene mayor importancia, porque Miguel Forcade, en los años sesenta había sido un cargo importante del Gobierno Cubano (jefe de la Dirección Provincial de Bienes Expropiados y Subdirector nacional de planificación y economía), y en 1978, se exilia a Miami, aprovechando un viaje a Madrid.

¿Qué le había impulsado a exiliarse a Miami?, ¿Cuál es el motivo real por el que Forcade vuelve a Cuba?, ¿Quién le mata?, ¿Por qué la castración?, son preguntas que marcan la investigación, y que en la primera conversación que mantiene Conde con el Mayor Rangel, ya se pone de manifiesto que “la crueldad infinita del asesinato tiene algo de sacrificio enfurecido, de venganza profunda, tal vez calculada durante muchos años y por fin ejecutada”, debía haber muerto por “una culpa antigua”, que quizá provenía de sus tiempos como gestionador de los bienes expropiados a la burguesía cubana, tanto de los que se pusieron a la fuga huyendo de la revolución, como los que se quedaron o no pudieron escapar. El Gobierno, en nombre del pueblo, lo expropiaba todo, entre lo que se encontraban joyas, obras de arte, antigüedades, acumuladas durante siglos por una clase social acomodada. 

Todo el relato, está ambientado en una Habana, inquieta y procupada, por el ciclón “Felix”, que se acerca con la fuerza devastadora que estos fenómenos tienen en el Caribe, lo cual añade la inquietud antes de la tormenta, el darse prisa en arreglar y recoger todo antes de que el fuerte viento se lo lleve todo por los aires. El ciclón se convierte así en un elemento de incertidumbre, pero también de purificación e iniciación.

Según va avanzando la investigación, se va descubriendo que el tal Forcade era un corrupto, que aprovechaba su status de poder para su propio interés. Lo cual dejaba claro que su vuelta a Cuba, tenía que tener un motivo muy importante (sobre todo económico), para arriesgarse a volver sabiendo que podría tener serios problemas. 

El conocimiento de la existencia de un cuadro de Matisse (Paisaje de Otoño), propiedad del “profeta de la prosperidad económica de Cuba”, Gómez de la Peña que prometía acabar con el subdesarrollo, el desempleo, la escasez, las diferencias sociales y hasta de baches en las calles, y que ahora era un ángel caído del régimen, al no haberse cumplido ninguna de dichas promesas, abre el camino a pensar que el motivo que ha traído a Forcade a Cuba, ha sido recuperar el Matisse, pues dicho cuadro, según afirma Peña, se lo vendió a él por unos 500 pesos, pensando que no tenía valor ninguno, pues era un inculto total en temas de arte. Luego se descubre, que las certificaciones de que el cuadro es el original son reales, pero el cuadro es falso. 

La investigación, nos lleva al padre de Forcade, un anciano enamorado de las plantas, y que dice tener ciertas dotes telepáticas, sus conversaciones con Conde, serán la clave para entender el motivo por el que Forcade vuelve a la Habana, y no es precisamente el Matisse, pero si otro objeto de gran valor económico. Ahora, solo falta saber, el ¿quién? y el ¿por qué?, y aquí es donde la intuición de Conde hace aparición, y da con la persona y el motivo del crimen, resultando ser una cuestión amorosa, enquistada con el tiempo. 

La novela, destila una fuerte carga de desencanto, de frustración, y de nostalgia. De desencanto con los principios, las enseñanzas, los valores recibidos desde niño por el régimen revolucionario, y que luego se pierden en la burocracia, los intereses, los favores, los abusos de poder, en definitiva, en la corrupción del sistema. De frustración, al no haber podido elegir lo que hacer con la vida, y seguir siempre el dictado del que decide o manda, y de nostalgia, al recordar la perdida infancia. Conde es un buen policía, pero sin vocación, que quiere ser escritor, en realidad podríamos decir que la novela la escribe Conde. Sus pensamientos, sus conversaciones consigo mismo, las descripciones de lugares de su barrio, de su Habana, de sus amantes o pretendidas amantes, la relación con sus amigos, sus borracheras, en definitiva, su vida, se ve reflejada como un fin de la historia en esta novela, donde el personaje quiere pasar página, y dejar que el pasado, arrasado por el ciclón, deje de ser presente para convertirse en memoria

Pepe

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Un exfuncionario de alto rango del régimen cubano es asesinado a su vuelta a Cuba años después de haber desertado. El caso se lo asignan a Mario Conde, un policía de La Habana  que acaba de presentar su dimisión para dedicarse a escribir. Con su investigación empieza a surgir el pasado de los posibles implicados, a modo de pequeños relatos que enriquecen la novela; hay algunos guiños a Dashiell Hammet y su "Halcón Maltés ". 

Es una novela policíaca muy amena, bien contada -con su acento cubano y sin artifícios. Muy recomendable

Jose

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Como ya sabemos el resumen, al grano. Padura nos habla de La Habana y sus personajes, de temas como el amor, los celos, la venganza y, sobre todo de la amistad como base social para sobrellevar la penuria.

Vuelve a aparecer la figura del Conde, el antihéroe filosófico e íntegro que ni siquiera cree en sí mismo, pero sí en su círculo.

Critica social, de nuevo, en esta novela amena y con recursos narrativos sobrados, personajes entrañables y otros no tanto, pero que todos tienen sus sueños, unos con irse y los que se fueron con nostalgia desde Miami.

Y el huracán amenazante con destruirlo todo, pero a la vez como efecto renovador para volver a empezar y seguir viviendo, cada uno como mejor pueda, incluso escribiendo una novela.

Sigo recomendando leer a Padura.

Raimundo

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Intento buscar un paralelismo entre 'Paisaje de otoño' y algún concepto relacionado con la comida, el tabaco o el alcohol, términos que están bien presentes en la novela, y lo primero que se me ocurre es compararla con una salsa espesa, de esas que rebosan en el plato y cubren el ingrediente principal hasta ocultarlo de forma vergonzante, como si hiciese falta esconder la carne o el pescado que está al fondo del plato.

Es posible que esté rico y sabroso, y en su justa medida realce la delicadeza del plato, pero tomada en exceso, la salsa puede resultar hasta indigesta.

Algo así le pasa, con más intensidad en esta novela que en otras que he leído, al estilo de Leonardo Padura. Su prosa barroca inunda desde los soliloquios de Mario Conde hasta la descripción de La Habana, ya decadente, en los años previos a la Perestroika (1991)

Padura es capaz de entusiasmarse y elogiar lo mismo las bondades de Míriam, “aquella mujer rubia y comestible”, que los mocasines “cómodos hasta de mirarlos”, de suela levísima, del carcamal de Gerardo Gómez de la Peña.

Como siempre, lo que más me divierte son los personajes que aparecen en las novelas de Mario Conde. Su grupo de amigos y allegados siempre arropan al personaje y realzan el valor de la amistad frente a las estrecheces de la vida cotidiana en la Cuba de esos años, sin desdeñar las críticas a la burocracia, la corrupción y a la estricta planificación económica que, infaliblemente, acabará en fracaso y aumentará las privaciones de la población.

El resto de personajes abarcan diversas capas de la sociedad cubana: los policías, casi siempre honrados pero supeditados al poder político, los representantes de la vieja élite política que han caído en desgracia y malviven con los restos de su rapiña durante los primero años de la revolución, los exiliados que se marchan huyendo de la opresión política y viven añorando, aunque renieguen de ella, la tierra en la que nacieron y finalmente todo un muestrario de vividores, supervivientes y buscavidas entre los que Mario Conde, más taciturno y sentimental que nunca (no en vano abandona en esta novela la policía) se mueve como pez en el agua.

Juan

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Novela entretenida y con buen ritmo de prosa y lectura. El protagonista, Mario Conde, inicia su relato siendo el mismo de siempre: un buen policía torturado por el presente marcado por la corrupción policial de su país y agobiado por la falta de futuro de su pequeño paraíso desangelado que le lleva incluso a pensar en un posible suicidio.

El ambiente en el que se resuelve el caso del asesinato de Miguel Forcade (lo encuentran muerto en la playa con un golpe en la cabeza y brutalmente castrado) está condicionado por el eminente huracán que cierne sobre la isla y su pase a la libertad fuera del cuerpo de policía. Si lo resuelve podrá tener una vida propia, escribir su novela y alejarse del mundo corrupto que conoce.

Cómo siempre gracias a sus amigos, a la buena comida y a su instinto, lo resuelve.

Llanos

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Leonardo Padura es el autor de unos de mis libros favoritos: El hombre que amaba los perros. Esta novela es muy buena desde el punto de vista narrativo. Disfrutas de sus descripciones haciéndote partícipe del ambiente agobiante pero siempre conciliador de La Habana. Los personajes discurren por el hilo argumental, dejando una huella precisa que da agilidad al ritmo vibrante de las palabras. Para mi, el asesinato y su investigación esta en segundo plano; lo importante es la intensidad de los encuentros y desencuentros de una diversidad de personas que se hallan en situaciones límites. La solución al misterio lo veo forzado, pero en las que he leído del mismo autor pasa eso; pero merece la pena, oír el discurrir de las ideas de Conde, esas reflexiones en cuyas profundidades puedes atisbar algo semejante a tu propio desconocimiento. Y a veces es muy duro, revuelve sin piedad las miserias humanas, llegando a utilizar expresiones que pueden dañar tus oídos y tu entendimiento. Recomiendo "El Hombre que amaba los perros".

Eugenia

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