viernes, 30 de diciembre de 2022

UN LUGAR DESCONOCIDO, de Seicho Matsumoto

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Tsuneo Asai se convierte en un detective improvisado, movido por una mezcla de curiosidad, inconformismo y sospecha. Su mujer acaba de fallecer de un ataque al corazón en Yoyogi, un barrio acomodado de Tokio en el que abundan los locales de citas, y él se pregunta qué hacía ella allí. No es el lugar donde se espera que una esposa de un matrimonio convencional se encuentre paseando por la calle. Las preguntas surgen cuando ella se encuentra indispuesta y busca refugio en una pequeña tienda de perfumes antes de morir. 

Asai es un funcionario de nivel medio, perfectamente integrado en una burocracia que fomenta el respeto a la jerarquía profesional y el conformismo, con un trabajo que le asegura un estatus social y una situación económica modesta, pero acomodada. 

No es el funcionario un hombre que desconozca la función de los hoteles de citas, lugares de encuentros discretos de varones con prostitutas en una sociedad en la que las relaciones sexuales extramatrimoniales se ocultan bajo las convenciones sociales y el miedo al escándalo.

La muerte de Eiko constituye el núcleo de la novela, pero además hay bastantes detalles que aportan conocimiento y color sobre la vida y las costumbres de la sociedad japonesa de los años 70 del siglo pasado. A Seiko Matsumoto se le ha calificado como el Simenon japonés, y no me parece una comparación desacertada. En ambos predomina la investigación de un "misterio social", en este caso la que parece una muerte natural de una mujer casada, sin ningún motivo para que merezca una investigación policial o una autopsia.

Desde mi punto de vista occidental y desde la perspectiva que nos da los cambios que se han producido en la sociedad del siglo XXI, la reacción de Asai al conocer los detalles de la muerte de su mujer me parecen éticamente reprobables. Su primera reacción al visitar la calle en cuesta y la tienda de cosméticos fue presuponer que Eiko acudía a ese barrio en busca de una relación extramatrimonial. Y todo porque arriba, en la colina, estaban los hoteles que se dedicaban a facilitar este tipo de relaciones.

Con métodos de aficionado, Tsuneo Asai va recomponiendo los detalles de los últimos momentos de la vida de su mujer. El viudo es capaz de imaginar, sin demasiadas pruebas en las que basarse y con pocas certezas concluyentes, engaños e infidelidades, aunque su mujer no le ha dado nunca motivos para ello. En estos razonamientos de Tsuneo Asai se encuentran algunos de los párrafos más interesantes de la novela. Su capacidad deductiva, unida a una intuición única, nos guía en un caso que no parece tener elementos criminales y que solo nos sirve para confirmar que las sospechas del marido son ciertas. Eiko mantenía una relación con Konosuke Kubo, el propietario de la casa que estaba enfrente de la tienda en la que murió.Es la confesión que este le hace cuando se lo encuentra cara a cara en medio del monte.

Aunque en la novela se repita que el ánimo de Tsuneo Asai no estaba dominado por la venganza, todos los hechos que suceden a continuación están señalados por la revancha y el ajuste de cuentas. ¿De qué otra manera se puede entender que Asai trace un detallado plan para encontrarse con su rival? 

Como la respuesta de Kubo no es la de reconocer ninguna culpa (fue capaz de abandonar en una tienda el cuerpo de su amante cuando esta había sufrido un infarto) y como incluso contraataca amenazando con denunciar por chantaje a Asai, el desenlace de la escena del caminito en el bosque, acaba con la utilización de un estrambótico elemento, una botellita de ácido sulfúrico, y el cráneo de Kubo destrozado por tres piedras.

Con la muerte de Kubo y el primer enigma del libro ya resuelto, la novela entra en una última fase de lo más interesante: los esfuerzos de Asai para escapar de su responsabilidad por el asesinato del amante de su esposa. Hace verdaderos equilibrios para no encontrarse con los dos únicos testigos que podrían reconocerle (me recuerdan a los esfuerzos de Tom Ripley para construir sus mentiras en El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith) y, cuando creía haberlos burlado, una pirueta ingeniosa y sorprendente del autor sirvE para que los dos testigos de los que huía le reconozcan.

"El castigo entra en el corazón del hombre desde el momento en el que comete el crimen" dice el epílogo de Hesíodo como broche final.

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